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2. Fases del juego / Momento de intervención

            La libertad de decisión en el juego, descrita en el punto anterior, está asociada en
            muchos casos a los condicionantes de las piezas, que limitan ciertos momentos del
            juego por la rigidez de sus características, frente a otros que permiten dar rienda
            suelta a la imaginación del jugador.

            En la realidad, el nivel de participación del usuario final es dependiente de la fase
            del proyecto en la cual se produce dicha intervención. A veces la comunicación entre
            técnico y cliente surge desde el comienzo del proyecto,  dando lugar a proyectos
            de vivienda colectiva donde todas las unidades son diferentes, según un rango de
            opciones posibles. En otros casos las intervenciones del profesional y el cliente final
            son independientes, no se solapan en el tiempo sino que se producen de manera
            consecutiva. Este es el caso de proyectos que se entregan sin acabados, o sistemas
            infraestructurales que permiten neutralizar el espacio, dando libertad al usuario para
            programarlo y compartimentarlo.



            3. Independencia entre las piezas del juego / Autonomía de los componentes
            Finalmente, la flexibilidad en el juego depende directamente de la independencia
            de cada pieza con respecto al conjunto general y a su estructura autoportante o
            dependiente. Con algunos juguetes es necesario desmontar toda la construcción
            para poder combinar sus partes de otra manera, frente a otros juegos en los cuales es
            posible sustituir piezas sin necesidad de tirar abajo todo el ensamblaje.

            En los sistemas Open Building resulta inevitable asociar la adaptabilidad del espacio
            al carácter autónomo que deben tener las partes que se intercambian. De nuevo el
            rango de ejemplos es grande. En algunos casos el grado de participación es alto,
            pero este se produce en las primeras fases del proceso de proyecto y la flexibilidad
            del espacio resultante se reduce por la dificultad de cambio posterior. A la inversa, en
            otros ejemplos el cliente recibe una vivienda en cuyo proceso no ha participado, sin
            embargo, los componentes que la forman son suficientemente independientes para
            dotar de gran capacidad de cambio en el futuro.

            En definitiva, el reto del juego, una vez más, está en definir cuáles son las piezas
            y el sistema estructural con el que funciona, es decir, cómo se combinan: cómo
            se redactan las instrucciones, con modelos o mediante la explicación de sus
            ensamblajes, y cuáles son los límites que marcan lo que se puede y lo que no
            se puede hacer. De igual manera, el reto del arquitecto contemporáneo está en
            desarrollar la capacidad para definir “el campo de juego”, el marco inamovible que
            establece esos límites, y que permite que cada usuario goce de ciertas libertades
            a la hora de definir su espacio, sin alterar el orden general del conjunto. Porque la
            construcción como proceso cerrado con un resultado final predecible debe dar paso
            al montaje, proceso inacabado que presenta un conjunto de posibilidades y cuyo
            resultado es impredecible y adaptable.




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